El otro día, estábamos en una clase, en el estudio tranquilamente, yo estaba ayudándoles a realizar unas cosillas pues andábamos con la pistola de silicona encendida y en estos casos, aunque sean mayores los vigilo mucho; pues como digo, el otro día una niña de unos 11 años me dijo después de verme garabatear un dibujo:
– ¿y tú… porqué no te haces PINTORA?…
Curiosa observación.
– Ya soy pintora, le contesté.
– Sí, pero… -añade ella- …quiero decir pintora de las que van por el mundo haciendo exposiciones, son famosas, de esas digo…
En ese instante, me vinieron a la cabeza multitud de recuerdos, pues el primer plan, muy al principio de mi andadura profesional fue claramente viajar, ir por todas partes exponiendo mi obra, para que la viesen todos. Resumiendo… quería conquistar el mundo.
Sin embargo, la vida me fue llevando por un camino muy diferente al pensado, que además gratamente me ha llenado de satisfacciones y de muy buenos momentos. Con los niños he aprendido por ejemplo de la frescura de sus trazos improvisados que ejecutan con tanta seguridad, he aprendido de sus historias imaginadas que cuentan como si fueran tal cual reales, he aprendido que cualquier cosa es digna de ilusionarte por muy pequeñita y sencilla que sea, he aprendido de su ternura y de su gratitud… He guardado desde el principio cada dibujo que me han regalado porque estaban impregnados de admiración y de amor.
La verdad es que no me he hecho famosa, por lo menos de momento, jajaja, pero he llenado mi vida de momentos muy valiosos que de otra manera no hubieran sido posibles y que no podría cambiar ni por toda la fama del mundo.
Pues debo añadir, además, no sé si viene a cuento, qué muchos de mis alumnos de ahora son hijos de mis primeros alumnos de entonces.
Creo que lo que he hecho ciertamente ha sido conquistar el corazón de dos generaciones.